Meditación, ¿qué es y cómo practicarla?

Meditación

La meditación es una experiencia que no se puede describir, de la misma forma que los colores no se pueden describir a un ciego. Cualquier experiencia ordinaria está limitada por el tiempo, el espacio y la causa. Nuestro entendimiento y conciencia normales no trascienden nunca estos límites.

La experiencia finita, medida en términos de pasado, presente y futuro, no puede ser trascendente. Los mencionados conceptos del tiempo son ilusorios, puesto que no tienen permanencia. El presente, inmensurable, pequeño y escurridizo, no puede ser atrapado. El pasado y el futuro no tienen existencia en el presente. Vivimos en una permanente ilusión.

El estado meditativo trasciende todas estas limitaciones; en él no hay ni pasado ni futuro, sino únicamente la conciencia del YO SOY en el ilimitado eterno AHORA. Esto es posible cuando todas las limitaciones mentales se han aquietado y "no hay mente".

El estado análogo más parecido que podemos experimentar es el sueño profundo, en el que no hay tiempo, ni espacio, ni causa. La diferencia entre la meditación y el sueño profundo estriba en que la primera produce cambios sustanciales en la mente.
Mediante la contención y el aquietamiento de las oscilaciones mentales, la meditación nos trae paz a la mente.

En el plano físico, la meditación contribuye a prolongar el proceso anabólico del cuerpo y repara y reduce el proceso catabólico o decadente. Generalmente el proceso anabólico predomina hasta los 18 años; de aquí a los 35 años existe un equilibrio y, a partir de los 35, predomina y aumenta el proceso catabólico. La meditación reduce el segundo palpablemente debido a la receptividad innata de las células del cuerpo.
Todas las células están gobernadas por la mente subconsciente y todas ellas tienen una conciencia individual y otra colectiva. Pensamientos y deseos activan a las células y el cuerpo sigue el resultado de su petición como grupo. Ha sido comprobado científicamente que los pensamientos positivos producen en las células unos resultados positivos. Debido a que la meditación produce un estado de la mente positivo, también rejuvenece las células y retrasa su decadencia.

De la misma manera que no aprendemos a dormir, no podemos tampoco a meditar. Ambos estados nos llegan involuntariamente. Con independencia de esto, hay ciertos puntos en las técnicas y estados de la meditación que merecen ser considerados. Están principalmente dirigidos a los principiantes, pero hasta el meditador más experimentado encontrará útil revisarlos.



1. Es muy importante la regularidad en la práctica, el lugar y la hora. La regularidad condiciona la mente y reduce sus actividades en un mínimo de tiempo. Al sentarse para la concentración, es muy difícil enfocar la mente, que tiende a saltar de una cosa a otra. Del mismo modo que un reflejo condicionado es una respuesta a un estímulo externo establecido, así también la mente se aquieta rápidamente cuando el lugar y la hora de la meditación se han establecido y se observan regularmente.

2. Los momentos más efectivos son por la mañana temprano, antes de la salida del sol, cuando la atmósfera está cargada con una especial fuerza espiritual. La hora preferida es brahmamuhurta, entre las cuatro y las seis de la mañana. En estas horas tranquilas, después del sueño, la mente está clara y no se ve agitada por las actividades del día. Fresca y libre de toda preocupación mundana, puede ser fácilmente moldeada y la concentración se produce sin esfuerzo. Si no es posible meditar a esta hora, puede elegirse otro momento en que la mente no esté envuelta en las actividades diarias y se encuentre predispuesta a la calma. Lo más importante es la regularidad.

3. Reserva una meditación para meditar. Si no te resulta posible, separa con una cortina un rincón de otra habitación y no permitas que nadie entre allí. Este lugar debe usarse únicamente para meditar y debe estar libre de otras vibraciones y asociaciones. Todas las mañanas y tardes debe quemarse incienso allí. El punto central de la habitación debe estar ocupado por una imagen de la deidad preferida o por una figura que te inspire, enfrente de la cual, has de sentarte a meditar. A medida que vayas meditando, las vibraciones poderosas emitidas se irán asentando en la habitación. En seis meses podrás sentir la paz y la pureza de la atmósfera, que tendrá un aura magnética. En momentos de tensión, puedes sentarte allí y repetir tu Mantra durante media hora. Experimentarás alivio y bienestar.

4. Al sentarte, hazlo orientándote hacia el norte o hacia el este, para que puedas beneficiarte de las vibraciones magnéticas favorables; siéntate en una postura firme y confortable, con la espalda y el cuello rectos, pero no tensos. Esto contribuye a aquietar la mente, estimula a la concentración y, lo que es más importante, permite que la corriente psíquica fluya sin impedimentos desde la base de la espina dorsal hasta lo alto de la cabeza. No es necesario sentarse en padmasana, la clásica postura de loto. Cualquier otra postura confortable, con las piernas cruzadas, puede servir.
Esto provee una base firme para el cuerpo y forma un circuito triangular para el flujo de la energía, que ha de ser restringida, en lugar de disipada en todas las direcciones. El metabolismo, las ondas cerebrales y la respiración decrecerán gradualmente, a medida que la concentración vaya siendo más profunda.

5. Antes de comenzar, ordena a tu mente que permanezca tranquila durante un período de tiempo específico. Olvida el pasado, el presente y el futuro.

6. Regula conscientemente la respiración. Comienza con cinco minutos de respiración profunda abdominal para oxigenar el cerebro. Reduce después, la intensidad gradualmente, hasta que la respiración se haga imperceptible.

7. Respira rítmicamente. Inspira tres segundos y exhala tres segundos. La regulación de la respiración lleva a la regulación del prana, la energía vital. Si se utiliza un Mantra, en preciso controlarlo con la respiración.

8. Al principio deja que la mente vague. Saltará de un pensamiento a otro, pero finalmente, se concentrará al concentrarse el prana.

9. No fuerces a la mente para que se calme. Esto produce ondas cerebrales adicionales que afectarán la meditación. Si la mente persiste en su actividad incontrolada, desasóciate de ella y obsérvala como si estuvieras presenciando una película. Se aquietará gradualmente.

10. Selecciona un punto focal en el que la mente, como un pájaro que necesita posarse, pueda descansar cuando se fatigue. Aquellos que son predominantemente intelectuales deben visualizar el objeto de concentración entre ambas cejas. Los que son de naturaleza emocional deben hacerlo en el plexo cardíaco, en el centro del pecho. Una vez seleccionado tu punto de concentración, no lo cambies nunca.

11. Concéntrate en un objeto o símbolo mental o que te inspire y visualízalo en el punto focal. Si utilizas un Mantra, repítelo mentalmente y coordina la repetición con la respiración; quien no tenga un Mantra personal puede repetir OM.

12. La repetición te conducirá al pensamiento puro, en el que la vibración del sonido se funde con la vibración del pensamiento, y no queda conciencia del significado. La repetición vocal progresa, a través de la repetición mental, hasta que el lenguaje telepático y desde ahí el pensamiento puro. Es éste un estado de dicha trascendental, con dualidad, en el que aún existe conciencia del sujeto y el objeto.

13. Con la práctica desaparece la dualidad y se alcanza el samadhi o estado de supeconciencia. No te impacientes, ya que esto te lleva mucho tiempo.

14. Durante el samadhi se permanece en un estado de dicha en el que el Conocedor, el Conocimiento y lo Conocido de hacen Uno. Este es el estado de supeconciencia experimentado por místicos de todas las creencias y religiones.

15. Comienza la práctica de meditación con períodos de veinte minutos, y auméntalos hasta una hora. Si el cuerpo experimenta ocasionalmente temblores o sacudidas, contrólalos y mantén la energía internalizada.


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